27 de desembre 2006

Cuando los rizos se pierden

Mi peluquera se fue al Sur. Creo que había nacido allí. Un buen día apareció un cartel de "Se alquila" en el cristal de su peluquería. Se me cayó el mundo encima. ¿Qué iba a hacer yo? ... yo que recorría quilómetros para seguir despreocupándome de mi pelo y que ella fantasease entre mis rizos. Después de unos meses la marcha fue irremediable y las tierras sureñas la acogieron de vuelta como a una hija pródiga. Me quedé triste, desolada ... por no decir lo que sentían mis rizos! He estado seis meses de luto, pero decidí que mis rizos no podían seguir en ese estado de penuria. Hoy los he vuelto a sacar para darles unos recortes de ... yo quería que fueran dos dedos, pero ella, la nueva peluquera, decidió cortar unos milímetros. Le dió forma ... me lo ahuecó un poco y santaspascuas ... Mi bolsillo pesaba menos, mi cabeza ligeramente menos y mis rizos intentaban aceptar las nuevas manos.

CAPELLI
Estilistas
C/ Escorial, 160
08024 Barcelona

2 comentaris:

  1. Pues escucha Alegría, esto está muy bien ... esto tiene toda la pinta de acabar en una auténtica declaración personal: de hecho, en un par de comentarios ya te has descrito de la cabeza a los pies ... XD ;-)

    En fin, esperamos con curiosidad el siguiente capítulo de tu declaración ...

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  2. Señora de la Huerta, es extraña la conexión que se establece con esos profesionales llamados peluqueros. A mí me ha pasado lo mismo. Durante toda mi vida he ido siempre al mismo lugar, aunque alguna que otra vez le fui infiel, pero siempre volví. Allí crecí, y recuerdo en ese establecimiento, viernes de invierno cuando mi madre me llevaba de la mano, recuerdo la espera ansiosa por el partido de la liga colegial que jugaba después, recuerdo también a Javier Sardá en la cadena SER por las tardes, recuerdo cómo el precio subía a la vez que yo crecía, recuerdo las lecturas de Mortadelo y Filemón mientras esperaba mi turno…

    Recuerdos que hace un mes se vinieron abajo cuando comprobé que ya se había jubilado. El mundo se desmorona. No sabía qué hacer. Había traspasado el negocio a un señor argentino que le sustituye. Y aunque no es lo mismo, decidí ser fiel para así mantener el recuerdo en ese local, con esas tardes de invierno con mi madre, con Sardá en la radio, con mortadelo y filemón en mis lecturas y con tantas y tantas experiencias pasadas.

    Sé que es algo tonto, pero era uno de los momentos preferidos, volver a aquel sitio cada poco tiempo y volver a encontrarme con mi niñez. Mi solidaridad con usted.

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