Ayumu se dijo:
- ¡No quiero estar aquí!
y se puso los zapatos para salir de su propia vida.
Nada más quedó, tan solo una estancia vacía como testigo de la decisión. Un delgada línea roja que lo llevaba todo al borde del abismo. Un precipicio de velocidad lumínica y vacío atávico. La nada saliendo de la nada en busca de la ausencia de oscuridad.
Empezó a caminar sin rumbo, algo parecido a lo que había estado haciendo anteriormente, pero esta vez sin dar vueltas sobre las mismas baldosas.
Entonces se repitió:
- ¡Qué más da! Si todo llega a su fin sin más trascendencia que la propia consciencia de uno mismo. Sin querer estar en un presente que no me satisface, me desplazo hacia un punto ignorado donde probablemente tampoco me satisfaga.
Siguió caminando mientras las suelas de sus zapatos se disolvían en el asfalto.
Cuantos Ayumu no son nunca capaces de iniciar ese primer paso para salir de la vida que no les satisface...
ResponEliminaConozco esa sensación. Comienzo a andar hasta que de repente dejo atrás la ciudad y me meto en los descampados de Sevilla lleno de chabolas y agrupaciones marginales que me miran como a un bicho raro. Entonces me entra el miedo y vuelvo a mi vida.
ResponElimina@I once was, bienvenid@! Pues sí, hay muchas Ayumu pero tantas otras que no tienen el valor o la decisión para dar ese paso, aunque sea para llegar al mismo punto de salida.
ResponElimina@Mordisquitos, bien... a Ayumu le pasa algo más espiritual, más interno que no solo se arregla caminando físicamente ;) Que no te venza el miedo vampirillo ;)