Entonces el azar llegó a mí y lo dejó todo patas arriba. Como adolescentes bebemos del sudor de nuestros cuerpos llegados al éxtasis y no pensamos en que al despertar alargaremos el brazo al otro lado de la cama y no estará allí. La vida se ha convertido en una retahíla de futuros y de distancias irreconciliables. Suerte que la madurez le da un tono de sabiduría y paciencia que nos permite volvernos locos sin perder la cordura. O eso querría pensar...
...sabiendo que al final acabaría llegando a mí y nos volvería locos!