¡Antes la obligación que la devoción! Esto es lo que me decía mi madre cuando quería ir al entreno o al partido de básket y me daba pereza fregar los platos, barrer o doblar la ropa limpia. En su momento lo aprendí, debía hacer esas pequeñas cosas de casa, seguir esa disciplina y esas pequeñas reglas que imperaban en casa para poder salir y darle manotazos a la pelota. Ahora, años después de esa frase me doy cuenta que en realidad nunca llegué a interiorizar su significado. Son en estos momentos cuando cada vez más me doy cuenta que me gusta más la devoción que la obligación. Mi agenda ya no la dicta los proyectos, las clases, las reuniones, la línea que no funciona, la incomprensible estadística, las variables, el mapeo de identificadores. Mi agenda parece que la dicta sin remedio alguno y sin oposición de una las presentaciones de exposiciones, las películas, los conciertos, las reuniones clandestinas, las reuniones multitudinarias, los festivales gastronómicos caseros, los paseos y cualquier cosa lúdico-festiva que se tercie.
¡¡ Feliz puente del trabajador !!