¿Qué es lo que pasa cuando uno no puede remediarlo?
Caminando estaba entre el césped y una renglera de arbustos. Un paseo de tierno y suave algodón. En el cielo lucían unas nubes lilas oscuras al reflejo de los rayos solares de media tarde. Aterciopelada tarde sobre mis hombros cuando de repente la boca se me hizo agua, especialmente líquida. Me sorprendió e instintivamente abrí los ojos hasta que parecían salírseme de las órbitas. No sé por que lo hacía o qué reacción pretendía provocar en mi mismo. Fijando mi mirada en las nubes amenazantes, mi visión quedó perturbada por mis manos que se interponían apareciendo como un resorte. Veía las palmas y giré las manos para ver como poco a poco se iban cuarteando, irremediablemente se escamaban y llovía parte de mi piel al suelo. Queriendo huir de mi mismo empecé a correr. Lo único que podía hacer parar mi marcha era el sonido que producían los crujientes caparazones de los caracoles, que ya sentían cercana la futura lluvia vertical, bajo mis suelas. Ni este horrible ruido, que aun me persigue, pudo hacer que parase mi carrera en la vida.
Caminando estaba entre el césped y una renglera de arbustos. Un paseo de tierno y suave algodón. En el cielo lucían unas nubes lilas oscuras al reflejo de los rayos solares de media tarde. Aterciopelada tarde sobre mis hombros cuando de repente la boca se me hizo agua, especialmente líquida. Me sorprendió e instintivamente abrí los ojos hasta que parecían salírseme de las órbitas. No sé por que lo hacía o qué reacción pretendía provocar en mi mismo. Fijando mi mirada en las nubes amenazantes, mi visión quedó perturbada por mis manos que se interponían apareciendo como un resorte. Veía las palmas y giré las manos para ver como poco a poco se iban cuarteando, irremediablemente se escamaban y llovía parte de mi piel al suelo. Queriendo huir de mi mismo empecé a correr. Lo único que podía hacer parar mi marcha era el sonido que producían los crujientes caparazones de los caracoles, que ya sentían cercana la futura lluvia vertical, bajo mis suelas. Ni este horrible ruido, que aun me persigue, pudo hacer que parase mi carrera en la vida.
En el jardín, donde todo parecía tranquilo, se produjo el crimen. Los caracoles fueron aplastados mientras él, horrorizado, no podía dejar de disparar su cámara. El terrible sonido de las cáscaras al explotar le producía palpitaba en la cabeza. No podía apartarlo de su mente. Ella no estaba allí.
ResponEliminaQué poético y narrativo se ha vuelto el otro usuario anónimo. Aunque no entiendo muy bien que es lo que le pasaba. o lo que usted cree que le pasaba. El disparaba su cámara, pero a quién o qué hacía fotografías? Las cáscaras rompiéndose como cristales bajo sus suelas le producían pálpitos en su cabeza, ese ruido no lo podía apartar de su cabeza... que tiene que ver esto con que ella no estuviera allí?
ResponEliminaEs divertido que algo que nació en mi imaginación ahora haya tomado vida propia en la mente de otro, el otro.
Muchas gracias por tu aportación a la sección surrealista.