Patatas bravas a ritmo de bossa nova

Empiezan a puntear en la guitarra mientras ahí fuera caen las primeras gotas de una lluvia inesperada de un invierno a punto de extinguir. Un gran ventanal nos separa de un exterior que vive al ritmo de la vida. El motorista que aparca, el ciclista con capellina, el par de adolescentes con granos, los jóvenes trasteando una guitarra y un bajo, la pareja que se ha dejado la chaqueta en el bar contiguo, la madre primeriza... y todos al otro lado de la pecera, sin saberse al ritmo de una bossa nova que trasciende y se mueve a ritmo de un cubano y una brasileña. Mientras, ahí fuera, la lluvia cesa. Dentro el murmullo de los platos, los vasos, las botellas y las monedas se mezclan con la saudade que nos recorre. Aquí una niña, cautelosa con sus botas rojas de agua, se acerca con una cámara, sonríe. Un perro juega con una botella de plástico ahí fuera, aquí se descorcha una botella, suena la cafetera y Sílvio Rodríguez canta con tono brasileño. Canturrea la Garota de Ipanema mientras baña con allioli unas patatas bravas que bailan a ritmo de un Carnaval ya pasado. En primer plano una tortilla de patatas de dos pisos y al fondo una polaca que escucha la voz de una brasileña canturreando letras de la mejor cantante brasileña del pasado. El viento levanta las hojas y seca el suelo, pintando nos vamos volando en un italiano dulce, Nel blu dipinto di blu.

Ernesto Urra y Amanda Maria en concierto (20.II.10)