A cidade do mar by roi alonso
Me llegan noticias de manifestaciones y corro, literalmente corro, a ver la fotos. Te busco como a Wally, pero no llevas camiseta a rayas rojas, ni pantalones azules, ni gorrito navideño, ni gafas. Nada de nada, no lo encuentro a él ni a ti. Entonces sollozo pensando que, a pesar de todo, tampoco serviría de nada, ni para sosegarme. Seguramente no estés ahí, he pensado tantas posibilidades de lo que te ha podido ocurrir en estos meses. Temí que aquella sería la última vez que nos veríamos pero no podía creerlo. Con las piernas sobre las alforjas de mi bicicleta y el sol tomando nuestras caras estuvimos fantaseando. Seguíamos aquel absurdo juego que empezamos cuando nos casamos, un día a las cinco de la madrugada mientras la ciudad no sabía que estaba apunto de despertar. Sabíamos que era una excusa cualquiera para cuidarnos. Pero esa tarde, con el calor del sol latente aún en nuestras mejillas te fuiste, tu intensidad, tu complicidad, tu estímulo. Te esfumaste y, con ello, tu recuerdo cada vez sabe más a magdalena, y no, no tengo vaso de leche dónde mojarla.
Este texto fue publicado por primera vez en Contra-Escritura (21.11.2012)
Yo a ella la sigo en esta ciudad de 500.000 habitantes con la ilusión diaria de encontrarla. Sin llamarla, sin avisarla por facebook, como si el encuentro fuese fortuito.
ResponEliminaFortuito por fortuna... seguiremos vagando por las calles.
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