Joven, dulce e ingenua. Hoy es de esos días que necesitaría de una ayuda celestial para estar en un par de sitios a la vez. No puede, se pierde la clausura de una jornada para llegar a tiempo a las prácticas en la facultad. Últimamente comer en el metro es la norma, incluso hoy se ha llevado el túper. Empieza el postre mientras tocan el acordeón. Para ella parece que pelar un plátano en esa situación es de lo más normal mientras sigue concentrada en su lectura. La acción del libro es trepidante, no puede apartar su mirada de las páginas mientras poco a poco apura el plátano.
Maduro, tosco y con mucha vida a sus espaldas. Desde que ha entrado en el vagón no puede dejar de mirar a esa chica que ajena a su sensualidad pela y come un plátano. Fijamente. No le puede quitar el ojo de encima. Se toca la barba, empieza a mover el pie a la vez que el nerviosismo asciende por todo el cuerpo. Por unos segundos baja la mirada, sabe que si se agarra bien a la barra del vagón podrá reprimir lo que hace minutos quiere hacer.
Sacudida del metro, desenganche de la barra, tropiezo. Consigue encontrar el equilibrio a tan solo un palmo de la piel del plátano y le espeta:
- Dame y te tiro la piel del plátano.
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