Están perdidos. Un plano de la ciudad completamente desplegado en el andén del metro les delata. El resto de personas están en su cosas, leyendo el periódico, trasteando sus móviles, maquillándose, mirando a los del andén opuesto, matando la cuenta atrás con la mirada. Ese mapa contiene tanta información que no se puede digerir y la pareja empieza a vomitar hilillos de colores que parecen tener vida. A modo de espaguetis coleantes se colocan sobre el mapa formando las líneas del metro. Nadie mira pero se acercan los gritos de un par de niños que llegan corriendo, se sientan y pintan de colores las líneas del suburbano.
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