Es otoño, pero aquí las tormentas aún son de verano. Las aceras se van secando al ritmo de la mañana, la gente sigue en mangas de camisa, y el sol intenta aparecer entre la tupida masa gris de nubes. Vuelvo a casa y veo qué poco ha cambiado, sigue siendo la de siempre, la que me acoge y me devuelve mi cotidianidad. Espero al autobús mientras simplemente disfruto mirando los árboles y el rio que hay mas allá del tráfico de coches. Entonces pasa un autobús que cambia de carril para sortear un ciclista. Camiseta de imperio amarilla, este hombre que ronda los sesenta pedalea una BH roja plegable. Con su calva y sus canas al viento me recuerda a uno de esos pescadores ocasionales que disfrutaba pensándose uno más de Verano Azul. Ya de lejos me mira y sonríe, al pasar a mi lado me dice: "Buenos días, guapa!".
El ambiente está húmedo, ha llovido toda la noche, ¡y qué mas da!
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