Un minuto treinta segundos es el tiempo que estaré observando cómo mi taza llena de agua da vueltas dentro del microondas.
Mientras, veo la taza girar.Mientras, reflexiono.Mientras, quedo hipnotizada.
No es normal, ahora ya no es común estar durante un minuto y treinta segundos sin la mente conectada en remoto a otras personas mediante el móvil. Hemos reducido el tiempo al aburrimiento, hemos cedido el espacio vacío ante el empuje de la plenitud. Siempre estamos recibiendo datos y emitiendo respuestas, pero ya no le queda espacio a la reflexión o al ensimismamiento.
El vacío como generador de plenitud ha perdido su utilidad.
El ensimismamiento como la reflexión han dejado de tener su papel en esta sociedad bañada en datos. Nos dejamos llevar por no querer pensar, y ahora que suenan los pitidos del minuto y treinta segundos imagino el último reducto humano de reflexión: sentado con los codos sobre las rodillas, las manos aguantando la barbilla, esperando a que fluya todo, cuerpo y mente.
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