No se puede querer más, y de tanto que se quiere se destruye. Se desintegra y se pudre, sin pensarlo. Se deja caer al paso del tiempo y repta sin mucho éxito, pues la brisa en contra le dibuja pequeños surcos ondulados sobre la espalda.
Al final quedan los huesos.
Los huecos y el olor de la brisa. Hay que agarrarse al olor de la brisa...
ResponEliminaEse sonido...
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