A la izquierda había dejado la gran ciudad, con su cemento gris y sus máquinas inhumanas, para encontrar a la derecha lo que muchos ya habían perdido.
Giró la cabeza a su derecha y respirando profundamente se llenó los pulmones del olor de hortaliza acabada de cortar. Un hombre solitario liaba en madejas el perejil mientras al fondo dos hombres sobre cajas de plástico cortaban y limpiaban los puerros.
Campo de acelgas, las seguían unas lechugas moradas que destacaban junto al verde aterciopelado de las alcachofas. Un campo yermo y miró al frente hasta que se cruzó con un hombre. Él de forma inocente y con la sonrisa en la cara del que se ha levantado con buen pie le dijo:
- La mano en el bolsillo!
Ella le devolvió la sonrisa, no se podía hacer más en las mañanas frías que helaban las puntas de los dedos y la piel de la cara a medida que el viento tropezaba con su cara mientras montaba su bicicleta.
Giró la cabeza a su derecha y respirando profundamente se llenó los pulmones del olor de hortaliza acabada de cortar. Un hombre solitario liaba en madejas el perejil mientras al fondo dos hombres sobre cajas de plástico cortaban y limpiaban los puerros.
Campo de acelgas, las seguían unas lechugas moradas que destacaban junto al verde aterciopelado de las alcachofas. Un campo yermo y miró al frente hasta que se cruzó con un hombre. Él de forma inocente y con la sonrisa en la cara del que se ha levantado con buen pie le dijo:
- La mano en el bolsillo!
Ella le devolvió la sonrisa, no se podía hacer más en las mañanas frías que helaban las puntas de los dedos y la piel de la cara a medida que el viento tropezaba con su cara mientras montaba su bicicleta.
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