Espero que no lo haya matado definitivamente. Una asesina. La independencia que me da, pero en realidad es una asesina. Una asesina de mis momentos de lectura, de reflexión, de contemplación. Quería haber creado relatos sobre las vidas imaginarias de todas esas personas con las que compartes un trayecto. La bicicleta mató al transporte público.
Oye, hablo de Álvaro Dagarredo en mi blog, una vida imaginaria más. Se volvió loco, pobrecillo.
ResponElimina¿La bicicleta mató al tranvía?
¿No fue el petróleo?
pues alguien mató mi bicicleta y ahora no tengo más remedio que compartir algunos ratos de mi vida con las de otros usuarios anónimos del transporte público. He pasado de escribir monólogos a obras teatrales.
ResponEliminaHmm, qué disyuntiva se nos presenta. Sacrificar esas pequeñas historias que leemos en palabras o que leemos en caras en el transporte público. Me fascina hacer las dos cosas, imaginar y ser imaginado. Por eso me decanto por ese medio, siempre que pueda, a costa de horarios o independencia. Y cuando no es así, que me lleven, que sea yo un ente pasivo al que trasladan a una velocidad tal que pueda percibir los olores y colores que nos rodean.
ResponEliminasiempre puedes aprovechar el tiempo libres que tengas para ir a observar, a crear, fantasear...
ResponEliminapero almenos ganas algo de independencia no?