La campagne défile de Ynot-Na |
A la izquierda el sol del atardecer francés tiñe de un verde luminoso campos de viña y cereal salpicados por molinos de viento. Serio, no se ha quitado la chaqueta del traje en todo el trayecto. No se ha dado cuenta hasta aquel pequeño gesto iluminado que ella es así, libre y soñadora, más allá de un mundo que la acaricia aunque no se deje.
Después del desvío el verde se ha vuelto magnífico, las nubes también. A la derecha se ve la vía del tren, más allá una fina línea de humedales, una gran franja de azul cercano y otra más oscura al fondo. Ya han sobrepasado el lago cuando en la altura se intuye que era una lengua de mar invadiendo la tierra. Aterciopelados azules y verdes. Él ha girado la cabeza y le ha empezado a sonreír. Ella quiere alcanzar a ver el mar pero él siempre intercepta la mirada con una sonrisa esbozada bajo aquel bigote fino y alargado que sube y baja alegremente. Un par de miradas han cruzado el pasillo.
Al detenerse el autocar, el conductor ha dicho algo que él no ha entendido, por su aparente inmutabilidad ha percibido que ella sí lo había comprendido y le ha preguntado. No se han entendido.
Él estaba en España y no entendía el castellano, ahora ella va a Francia y no entiende el francés, una historia de incomunicación perpetua.
Él estaba en España y no entendía el castellano, ahora ella va a Francia y no entiende el francés, una historia de incomunicación perpetua.
8.V.2014
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