Decían que lo hacían por mi salud, pero no acababa de creérmelo. No llevaban ningún tipo de identificador que me diera alguna pista para saber cual era su acometido. Todo borroso, ahora aun más borroso que en su momento, pero tenía la sensación que había unas presencias. Sentía que cerca de mi había personas que conozco y quiero, pasaban delante de mi, se situaban a mi lado o estaban en el fondo. Con un blanco imperante todo se difumina, pero de repente veo muy claro lo que llevan en las manos dos hombres vestidos con bata blanca. Llevan unos pequeños garfios en las manos que están unidos a unos pequeños tubos blancos. Los garfios son como anzuelos que clavan en la parte interior de mis muñecas mientras me dicen que lo hacen por mi salud. Entonces me clavan otro en la parte interior tobillo, no entiendo absolutamente nada y menos aún cuando veo el anzuelo de mi muñeca. Me recorre un estremecimiento por todo el cuerpo y cuando me doy cuenta los pequeños tubos blancos han pasado a ser un conducto paralelo a mis propias venas y arterias. Poco a poco voy tomando consciencia y somatizando ese dolor interior que me recorre.
No entiendo nada.
No entiendo porqué no sangro.
No entiendo ese mundo impoluto.
No entiendo qué son esos anzuelos.
No entiendo qué son esos tubitos blancos.
No entiendo nada.
No entiendo porqué no sangro.
No entiendo ese mundo impoluto.
No entiendo qué son esos anzuelos.
No entiendo qué son esos tubitos blancos.
Fa grima.
ResponElimina;)
Es cuestión de aguantar como una jabata (o campeona)
ResponEliminaPero... sigues pedaleando, ¿verdad? Eso es lo importante, qué leches.
ResponEliminaSaludos, niña.
¡Ais, duele!
ResponEliminaSe sufre, pero se aprende. De todos modosCreo tú tienes más posibilidades de escribir el best-seller que yo
Bon dilluns!
Sentía una gran angustia pero creo que seguiré escribiendo y pedaleando ;)
ResponElimina¿A usted también le ha ocurrido? No hay escapatoria.
ResponEliminaEso parece Señor de la Suburbia, algunos no hemos podido huir de ellos.
ResponElimina